A veces me encuentro en los demás; otras, descubro mi "yo" a solas, y en muchas otras ocasiones me pierdo. En mi mente, me alejo de la realidad y se me olvida que las emociones afectan: permiten vivir apasionadamente la vida, pero también alejarse de la realidad cuando menos conviene. "¡Qué estúpido todo esto!" me digo a mí misma y, sin embargo, cuánto efecto tienen en la percepción de la realidad, la vida y su significado, de nosotros mismos; y cómo nos hace recobrar la conciencia sobre nuestra existencia para vivir la propia vida intensamente de nuevo con perspectivas diferentes, aprendidas del exceso de emociones, o de la carencia de ellas.
Si tan solo quisiera escuchar, atendería. Si quisiera aprender, conocer, escucharía. Escuchar las palabras, los silencios, los errores, los aciertos, el significado de los gestos, de las indecisiones, de los sinsentidos, de las convicciones. Vería toda su realidad, la viviría sin experimentarla toda, pero aún así la sentiría de un modo más profundo que ahora, más vívida. Tal vez le llevase a pozos de desánimo o desajuste tal complejidad, pero merecería la pena el esfuerzo si al final hubiese contemplado su recorrido y hubiese dejado una pequeña huella, marcada por el superfluo contenido que aposenta en el papel, lleno de tinta; pues todo continúa, y quien dijo una vez una idea, puede cambiar, y si regresa a ella otro apremiante de la escucha, de la curiosidad, puede recuperarla y hacerla florecer adaptándola a su vida. Un día es una mancha; otro, un concepto con el germen de una revolución, con otro nombre. Pero primero empieza así: escucha, aprende, pasa el timón a las siguientes
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