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Mostrando entradas de junio 2, 2017
         Subió al tren. Se sentó, y miró su reloj: las doce del mediodía. Ni un minuto más, ni uno menos. Suspiró. Miró por la ventana. Miró hacia el pasillo; hacia sus parientes despidiéndose con la mano tras el cristal. Colocó su maletín, antes sobre sus piernas, debajo de su asiento, junto a su pie derecho, contra la pared. Volvió la vista al frente, aún no se había acomodado ningún viajero con el que pudiera tener una conversación interesante. Mejor así, creyó. Miró hacia arriba. Había compartimentos donde dejar el equipaje. Él, que solo llevaba su maletín no se preocupó, pero pensó que le hubiese venido bien traer un poco más de vestimenta, ya para la próxima vez. Sí, estaba ansioso. Su mente no paraba de tener pensamientos de duda, incluso de las más nimias tareas. Por eso miraba a todos lados, y no observaba nada con discernimiento. No podía relajarse. Sabía que no tenía sentido. Aprovechó su compañía fantasmagórica para abrir su maletín sobre la mesa y comenzar a trabajar; nad