No quiero palabras dolientes. Más no puedo evitarlas, sí ignorarlas, dejar que no afecten pero quedarán ahí, en el fondo. Ahora ya solo quiero oír palabras justas y reales, no culpas ni tonterías solo verdades, realidades, que ayuden a comprender los fallos y a superarlos, no a apartarlos con excusas de palabras sin sentido por el enfado. Quiero la verdad, y si hay vacío en mí quiero conocer qué dicen mis palabras de cómo estoy para no herir a otros con esas palabras dolientes; esas, que intento que no me afecten, pero que, a veces, ahí se quedan.
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