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Mostrando entradas de junio 5, 2017
Abre la cerradura, introduce la llave, encuentra el compartimento, no serás capaz de ver qué hay dentro. Muñecas rusas, una dentro de otra, ¿un martillo? ¿tirarlas al suelo? no serás capaz de ver qué hay dentro. Clave, contraseña, ¡qué más da! no sirve de nada. Está vacío, lleno de todo. Todo es nada para el poco avispado. Todo es lleno para el comprensivo. Dentro, fuera; dicho, silencio. Capas, capas. Y más capas. Se rompen, esperan la escucha. ¡Shh! un juicio viene, no lo aceptará si no entiende, ¡hay que esconderse! Parece haber cerrado su tímpano, y abierto su boca al sinsentido.
        Movimiento sigiloso, de la esperanza paciente. Delicado, fuerte. Flexible, rígido. En constante espera dinámica. Todo se mueve, nada parece cambiar. Uno tras otro apacigua la mente. La cadena de intentos fallidos hace caer la tinta del tintero del sueño. La pluma continúa escribiendo, la mano efectúa el movimiento sigiloso, espera alcanzar una satisfacción inherente a la actividad, una que no parece existir. Luego retrocede la mirada sobre las palabras, sonríe el rostro, de realización, no entusiasmo, y acepta el hecho. ¿Qué más hace falta para satisfacer dicho deseo? Se busca, se escapa. No se encuentra. Aparece, desaparece constantemente. Siempre escribiendo. Siempre buscando esa sensación efímera. Siempre un movimiento sigiloso, un movimiento constante, una dinámica reflexiva en medio de una aparente búsqueda de una esperanza inexistente y una gratificación en la aventura de las palabras.