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Mostrando entradas de mayo, 2017
¿Son nuestras convicciones guiadas por los sentimientos o por la razón?                         En la obra  Medea   de Eurípides, como en  Abel Sánchez  de Unamuno, se presenta a los personajes con unas convicciones interiores marcadas fuertemente por una causa por la que luchan tanto Medea como Joaquín así como, en menor medida, Jasón y Abel.                         Los personajes parecen predestinados: Por un lado, Medea es el personaje vivo de la expresión pasional, del deseo y por lo tanto, se contrarrestará con el personaje racional que presenta Jasón. En cambio, Joaquín está determinado por la historia de Caín y Abel, identificándose con el primero, con una carencia o infravaloración y, de esta forma, en un principio Abel se centrará en su trabajo y familia al ser afortunado mientras que Joaquín lo envidiará constantemente.                         Sin embargo, el factor que rompe el amor que Medea y Joaquín albergan los lleva a odiar, a romper como Medea
Si las piedras de ajedrez se moviesen con facilidad, si los pasos sobre el tablero fueran siempre firmes, si los silencios reflexivos fueran jugadas seguras... no nos enfrentaríamos solo al blanco y negro plano sobre el que se posicionan las opciones que uno dispone: al juego en el que mediante acciones se acerca a la meta, sino al rival, a la inseguridad, a nosotros mismos. Una huella marca la diferencia, y un retroceso sirve para dar dos pasos al frente o para caer lentamente al suelo. Sin embargo, continúa sin cese, y el jugador aprecia sus fortalezas, y debilidades, en ese tiempo medido; así como el observador, ajeno, fija su mirada en cómo los pequeños movimientos le llevan a grandes batallas, y, a sueños, que sin el juego, no sería capaz de imaginarse y verse inmerso hasta conseguirlos.
Ocho horas, no menos, eso dicen, eso intentan. Cuántos dormidos durmiendo ocho horas; cuántos despiertos durmiendo la siesta. Dejemos de adormilar aquello que nos importa y vivamos, no existamos, vivamos despiertos, no dormidos. Para dormir, sin descansar, mejor tener un propósito. Para agotarse sin necesidad, mejor vivir dormidos. Y, para existir sin vivir, mejor acordarse de la vida.