Ocho horas, no menos,
eso dicen, eso intentan.
Cuántos dormidos
durmiendo ocho horas;
cuántos despiertos
durmiendo la siesta.

Dejemos de adormilar
aquello que nos importa
y vivamos, no existamos,
vivamos despiertos,
no dormidos.

Para dormir, sin descansar,
mejor tener un propósito.
Para agotarse sin necesidad,
mejor vivir dormidos.
Y, para existir sin vivir,
mejor acordarse de la vida.

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