No quiero palabras dolientes.
Más no puedo evitarlas,
sí ignorarlas, dejar que no afecten
pero quedarán ahí, en el fondo.

Ahora ya solo quiero oír
palabras justas y reales,
no culpas ni tonterías
solo verdades, realidades,
que ayuden a comprender los fallos
y a superarlos, no a apartarlos con
excusas de palabras
sin sentido por el enfado.

Quiero la verdad, y si hay vacío en mí
quiero conocer qué dicen mis palabras
de cómo estoy para no herir a otros
con esas palabras dolientes;
esas, que intento que no me afecten,
pero que, a veces, ahí se quedan.

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