Ocho horas, no menos, eso dicen, eso intentan. Cuántos dormidos durmiendo ocho horas; cuántos despiertos durmiendo la siesta. Dejemos de adormilar aquello que nos importa y vivamos, no existamos, vivamos despiertos, no dormidos. Para dormir, sin descansar, mejor tener un propósito. Para agotarse sin necesidad, mejor vivir dormidos. Y, para existir sin vivir, mejor acordarse de la vida.
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