Trago la saliva, apenas oigo el sonido que produce. Más bien
noto picor al tragar. No puedo más. Sé que lo tengo en medio de la garganta. No
me puedo relajar. Mis orejas comienzan a ponerse rojas y mis manos heladas, al
igual que mis pies, igual que mis brazos de punta. No sé qué es, quiero
expulsarlo, no puedo apartarlo de mi mente. Permanece y mata cualquier halago
que pudiera animarme. Una aguja sobre un globo, una vacuna sobre la piel;
punzante sobre mis ideas previas. Ojalá no fuera así. No sé qué es. Tengo una
sensación de ahogo, embotamiento, todo retumba a mi alrededor. No oigo
nada. Solo veo, no agitada, ya que no me
puedo mover. Pero sí absorta por esta sensación de parón. Todo se ha
ralentizado ante mi mirada, mi percepción ha cambiado, me he dado cuenta. No
seré la misma, ya es tarde para el cambio pequeño. Viene lo abrupto, lo
radical. Una mentalidad completamente nueva. Que esta punzada en la garganta
sea solo para dejar de engañarme y así reflexionar qué quiero realmente. Qué te
parece, las emociones se han quedado estancadas, mi mente, por unos segundos,
se ha paralizado, y mi cuerpo, blando y frágil, en un bloque de ladrillo,
quieto, duro, se ha moldeado a la ocasión. Mi respuesta a la situación puede
ser excesiva, quién sabe. Para mí es un sufrimiento, espero verlo desde otra
perspectiva otro día. Cómo puedo pensar en esto. En qué piensa la gente cuándo
le ocurren estos cambios. Qué bien que haya cambios, qué mal que no sepa cómo
comportarme ante ellos.
El viento me empuja a algo nuevo. Lo presiento. Estoy en
plena aventura. Apenas me quedo quieta. No soy el muro, la barrera que impedía
comprender qué ocurría. Soy distinta. Pienso diferente. Pregunto más, también
hago más el estúpido. La sensación de acorralamiento viene unos meses sí, otros
no. No me aclaro aún de qué depende. ¿De los retos planteados? ¿de la
mentalidad adquirida? ¿de la motivación intrínseca? Soy distinta, no sé. Lo
siento así. Me lanzo, busco nuevas ideas, perspectivas, formas de comprensión,
formas de aprender. No veo más los hechos en las teorías, veo las posibilidades
y probabilidades. Veo mapas mentales a los que se ajustan cada una de las
informaciones dadas. Me importa menos, y a la vez no me ha dejado de importar
lo anterior. Ahora esa aguja en garganta se ha convertido en un cosquilleo en
el estómago. Me avisa de mi estado, a veces por sobrecarga mental, otras por
necesidad de descanso. Nunca consigo el equilibrio. Creo quedarme atrás. Y a la
vez nunca había avanzado tan rápido como ahora. No soy la misma desde esas
punzadas. Nunca lo seré. Recuperé algo perdido, y ahora lo afloro poco a poco.
¿Soy esto en que me estoy convirtiendo o es una aspiración errónea? Solo sé que
la punzada vuelve de vez en cuando como señal de cambio de rumbo o mejora si la
situación ha empeorado drásticamente. El cosquilleo simplemente sirve como
aliciente para ponerme de nuevo en movimiento, siempre después de un leve
descanso. ¿Llegaré a aclararme en este nudo? La garganta, el estómago, mis
ideas, mis acciones, ¿concordarán de tal manera que el resultado llegue a algún
lugar deseado?
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