La luciérnaga aparece. Sola. Desprotegida. Casi, apagada. La luz apenas ilumina. La sombra la acecha, la encoge, la atemoriza. No quiere dormir en oscuridad, quiere mirar en blanca y alegre luz. Apenas se puede mover, apenas consigue avanzar. Sigue, sigue, y sigue. No más que soportar, es lo que hace. Así, veo venir otra. La ayuda, se van. Ahora son una pequeña bombilla, potente y alumbrante, tanto, que al fin percibo en qué lado del jardín me encuentro. Ahora estoy aquí, las dos luciérnagas se han alejado ya, y la luz desaparece brillantemente conforme yo me adentro en la habitación iluminada con la lámpara. La oscuridad permanece, pero no aquí, no con ellas, no conmigo, no con nuestro deseo de brillo.
¿Tenemos reflejo? Parece que no influimos en la vida de los demás y, sin embargo, no es así. Sí, influimos mediante nuestros pensamientos en nuestra actitud, visión, acciones; y, en los demás, dejamos nuestra energía negativa pero… ¿realmente vemos que tenemos ese reflejo? ¿lo tenemos? Parece que vivimos a través de un espejo reflejado en otro, y así constantemente. ¿Cómo evitar verse la realidad? No digo que esos espejos reflejen realidades falsas; pueden ser verdades pero no completas. Al fin y al cabo, no creo en el reflejo personal completo en el mundo. Siempre hay una parte que permanece para la persona y así debe ser, si no seríamos meras copias de los demás. ...
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