A veces distorsionamos la realidad,
para bien o para mal.
Para bien, hacemos de la experiencia
una vivencia inolvidable.
Para mal, la angustia y el miedo
puede transformar la oportunidad en
una vivencia inexistente.

Si viéramos cómo son las cosas,
no como quisiéramos,
tal vez las podríamos mejorar
mientras apreciamos aquello
que una vez distorsionamos;
y si volvemos
a caer en la irrealidad,
que sea para mejorar
hasta ser conscientes
de nuestra inconsciencia
y ser nosotros mismos
asumiendo las responsabilidades
que construyen nuestra realidad.

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