El lejano goteo resbala
por las estalactita
de una quieta cueva
y, sobre un pequeño charco,
crea unas ondas diminutas:
el silencio reina.
No despertemos los murciélagos,
sombras del refugio,
que, al vislumbrar luz
y atisbar sonidos desconocidos,
baten sus alas para huir
de quien explorando está
su recóndita morada;
de la que únicamente
el esplendor verán
aquellos a los que la paciencia
guíe
sin luz agresiva y sin ruido.
Únicamente el secreto
de este magnífico lugar lo
hallarán
los que estén dispuestos a
ahondar
en las profundidades de la
tierra,
y a escuchar el más
dulcificante sonido:
el goteo en el misterio;
el extenso hilo de experiencias,
el largo recorrido de ideas
pensadas,
en el silencioso proceso de la
memoria.
Comentarios
Publicar un comentario