Estela de las estrellas,
reflejo blanquecino del lago nocturno,
sendas ocultas entre las ramas,
hierba aplastada por las pisadas.

La lluvia no impide mirar arriba,
ahora el cielo está oscuro, acogedor;
vosotras, las luces más insospechadas,
os dejáis ver en el momento inoportuno y,
hasta que no os refugiáis de nuevo,
no comienza el día, bajo los rayos del sol.

Tan pequeño planeta,
tan grande el universo;
ahí permanecéis y desaparecéis, 
como nosotros, con el tiempo.
Qué poco nos acordamos de 
vuestra existencia e, 
incluso y a veces,
de la reflexión sobre
la nuestra propia.

Ahora son bombillas, farolas,
intermitentes y carteles deslumbrantes,
los que sustituyen en la ciudad este 
refugio ajeno a las paredes.

No contemplemos constantemente 
fotografías o documentales,
salgamos y miremos;
aguardan con el tiempo
desde su posición en el espacio,
al igual que nosotros
desde los pies en este mundo.

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