El paraguas frena las gotas de lluvia,
no deja que conectemos con los demás,
que nos calemos.

El cristal impide acercarnos,
pero vemos las gotas de agua:
tan cerca, que nos alegramos al verlas;
tan lejos, que parecemos vivir en un desierto.

El plástico protege el aire;
sin embargo, así el globo permanece inflado.
Nos vamos desinflando con cada conversación,
salida, reunión, tarea, objetivo, propósito:
sin aparente cansancio.

No nos damos cuenta:
Somos un globo desinflándose.

Un globo que acaba amurallando
su aire mediante un cristal.

Un globo que cubre, protege,
de las otras gotas de lluvia y
se enfrenta a ellas con la tela;
no deja que lleguen a nosotros.

Dejemos de acumular expectativas,
seamos los efectos positivos de una sonrisa,
la presencia del niño presente;
no burbujas que explotan negatividad
tras expulsar todo el aire, con el tiempo,
que el plástico del globo, de nosotros,
ha podido dar de sí:
conectemos con nosotros mismos,
conectemos con los demás,
conectemos con lo que hacemos,
comuniquémonos.



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