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Mostrando entradas de septiembre, 2017
         Miraba la gente. Uno iba con el paraguas en mano, el otro con él desplegado por las goteras de los tejados y los árboles, otro se las apañaba con una capucha, y otros buscaban cobijarse bajo los porches. La lluvia no dejaba indiferente a nadie; ni a quien la odiase, ni a quien cerrara los ojos para sentirla o quien, con los mismos ojos abiertos, sonriera hacia el cielo y se empapase de alegría.               Algunas zapatillas y zapatos sonarían con las pisadas en determinados suelos secos; algunos intentarían ser discretos en su presencia, otros, tratarían de llegar a tiempo a sus quehaceres, tan rápido que sus pasos seguirían el compás del chirrido. Nadie quedaría fuera, nadie sería una excepción.              Incluso aquellos que iban en un coche, bus, o como aquí, en Pamplona, en villavesa, tendrían el máximo cuidado con sus pertenencias. Todo está a merced de la humedad. U...
No quiero palabras dolientes. Más no puedo evitarlas, sí ignorarlas, dejar que no afecten pero quedarán ahí, en el fondo. Ahora ya solo quiero oír palabras justas y reales, no culpas ni tonterías solo verdades, realidades, que ayuden a comprender los fallos y a superarlos, no a apartarlos con excusas de palabras sin sentido por el enfado. Quiero la verdad, y si hay vacío en mí quiero conocer qué dicen mis palabras de cómo estoy para no herir a otros con esas palabras dolientes; esas, que intento que no me afecten, pero que, a veces, ahí se quedan.