¿Soporta la mente humana el caos?
Nos encontramos en movimiento
constante y ni somos conscientes del cambio. Nos gusta la estabilidad y la
rebelión; aceptamos o negamos, en ocasiones, una realidad según nuestra
concepción de la misma; tratamos de mejorar, y a veces volvemos atrás. Cuanto
más nos conocemos, más conscientes somos de nuestro desconocimiento. Sí, somos
complejos, ¿pero, dentro de nuestra complejidad, seríamos capaces de soportar
el caos? ¿O nos destruiría? ¿Nos haría más fuertes? ¿Por qué entendemos que
debe existir “un caos” y un “orden”? ¿Qué nos hace desear ese caos y orden al
mismo tiempo incluso que prevalece, a veces, según individuos, uno sobre otro?
Si tan solo quisiera escuchar, atendería. Si quisiera aprender, conocer, escucharía. Escuchar las palabras, los silencios, los errores, los aciertos, el significado de los gestos, de las indecisiones, de los sinsentidos, de las convicciones. Vería toda su realidad, la viviría sin experimentarla toda, pero aún así la sentiría de un modo más profundo que ahora, más vívida. Tal vez le llevase a pozos de desánimo o desajuste tal complejidad, pero merecería la pena el esfuerzo si al final hubiese contemplado su recorrido y hubiese dejado una pequeña huella, marcada por el superfluo contenido que aposenta en el papel, lleno de tinta; pues todo continúa, y quien dijo una vez una idea, puede cambiar, y si regresa a ella otro apremiante de la escucha, de la curiosidad, puede recuperarla y hacerla florecer adaptándola a su vida. Un día es una mancha; otro, un concepto con el germen de una revolución, con otro nombre. Pero primero empieza así: escucha, aprende, pasa el timón a las siguientes
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